A la hora de configurar la carta del restaurante, habitualmente, pasamos mucho tiempo preparando los capítulos de comida y damos menos importancia a las bebidas, al menos hasta ahora. Comienza a ser más habitual encontrarnos con cartas específicas de bebidas ya que el maridaje comienza a ganar importancia entre los clientes que buscan una experiencia más completa cuando comen fuera de casa.
Antes de decidir qué productos vamos a introducir en nuestra carta de bebidas es importante conocer qué es lo que esperan nuestros clientes de la misma. Aunque siempre haya espacio para la experimentación y la inclusión de bebidas menos habituales, si en nuestro local se consume de forma habitual cervezas de importación, lo razonable sería pensar en ampliar la gama de cervezas de este tipo y consolidarnos así como referente en la zona.
Cuando hablamos de la experimentación o la inclusión de otro tipo de bebidas, siempre hay que tener en cuenta qué puede encajar mejor con el tipo de producto que se sirve en nuestro local.
Una vez que tenemos claro qué productos vamos a añadir a nuestra carta y si esta va a ser fija o van a producirse cambios en función de la época del año toca presentarlo a los comensales. El diseño de esta carta ha de ir en consonancia con la línea gráfica que se tenga establecida con el resto de diseños que utilicemos en el local. Siguiendo esa base, es necesario que la carta sea atractiva, que de un vistazo el cliente pueda verla, por eso lo recomendable es que junto al texto aparezcan las imágenes de las bebidas o los iconos que muestran si puede adquirirse por botella o por vaso.
Cuando hablamos de tener una carta sencilla, uno de los elementos a tener en cuenta es la ordenación de los productos. Lo más funcional es ordenarlos por categorías y que estas estén agrupadas por momentos del día como bebidas pensadas para desayunos y meriendas, otra para comidas y una última de combinados con y sin alcohol.